1.11.13

Memorias del Río San Juan


(A María Kautz, mi abuela)


Se me escapa del bolsillo con la voz ronca de los llanos, un vaso matutino de ron, a caballo o en tractor, el Derby en una mano y un martillo en la otra dispuesta a fulminar la quietud del paisaje. La nostalgia tiene los ojos azules y se mete en los nudos de mi desvelo cuando la noche se queda callada. 


Yo la espero. Con sus pantalones caqui, su camisa blanca y su sombrero. Juntas vamos a buscar clavos y fierros porque no se vive sin reparar motores o revisar el sistema eléctrico. Yo camino detrás y la contemplo. Sabe que algo suyo tengo, que algo reparo y algo arreglo, pero me tropiezo contra todo y todo lo atropello, que apilo versos como el abuelo. Cuando se da por vencida porque nada útil me nace de las manos y casi nada enderezo, muerde la colilla, se mete en su hamaca y vuelve al bolsillo con el resto de mis muertos.

Hay seres pegados a los días, seres que guardamos para que no escapen, seres para siempre. Nada que hacer, la vida no transa sus contratos temporales de arriendo.Elisa Maturana Coronel
marzo 2010

19.5.13

Conchudez

Van desandando tu vida los pasos sobre rencores y remordimientos, caminan en el desenfado de tus desatinos, en ese ajetreo torcido que tienen las culpas. Te pisan la calma, te siguen, te tumban, te halan debajo los sueños te aplastan las tripas para darle la vuelta al tiempo. Pero no. La regla de los días no tiene retroceso y lo sabes. Te resignas. De nuevo, como siempre, escapas. Te pintas la cara. Te vistes. Te pones la falda más corta. Te vuelves y sigues con pinta de yo-no-fui y esta soberbia conchudez que se pega a la piel cuando más ganas tenemos de regresar.


Cuánto silencio es necesario para escuchar tu propia voz. Esa suerte de melodía retorcida tiene mucho que decirte y no podrás escucharla si no paras de hablar.