17.7.23

Muralla

Hijos 
hermanas
esposos
caen
y mueren

Nacen
nuevos
héroes.

Los otros
se volvieron villanos. 

8.3.18

cabeza hueca

Días hay como hoy en los que nada me habita y con todo su peso cae la brisa hasta el fondo claro y se asienta. Solo un ronroneo de engranaje viejo, aparato destartalado en los largos pasillos blanquecinos de una cabeza hueca donde el ritmo lento se desdobla sin chispas, sin que asomen sus soles, ni las nubes. Sin gotas ni torrentes. Sin tormentas ni charcos. Simple ronroneo legendario vibrando inmóvil desde los decenios de su letargo.
emc
8 marzo 2018

1.11.13

Memorias del Río San Juan


(A María Kautz, mi abuela)


Se me escapa del bolsillo con la voz ronca de los llanos, un vaso matutino de ron, a caballo o en tractor, el Derby en una mano y un martillo en la otra dispuesta a fulminar la quietud del paisaje. La nostalgia tiene los ojos azules y se mete en los nudos de mi desvelo cuando la noche se queda callada. 


Yo la espero. Con sus pantalones caqui, su camisa blanca y su sombrero. Juntas vamos a buscar clavos y fierros porque no se vive sin reparar motores o revisar el sistema eléctrico. Yo camino detrás y la contemplo. Sabe que algo suyo tengo, que algo reparo y algo arreglo, pero me tropiezo contra todo y todo lo atropello, que apilo versos como el abuelo. Cuando se da por vencida porque nada útil me nace de las manos y casi nada enderezo, muerde la colilla, se mete en su hamaca y vuelve al bolsillo con el resto de mis muertos.

Hay seres pegados a los días, seres que guardamos para que no escapen, seres para siempre. Nada que hacer, la vida no transa sus contratos temporales de arriendo.Elisa Maturana Coronel
marzo 2010

19.5.13

Conchudez

Van desandando tu vida los pasos sobre rencores y remordimientos, caminan en el desenfado de tus desatinos, en ese ajetreo torcido que tienen las culpas. Te pisan la calma, te siguen, te tumban, te halan debajo los sueños te aplastan las tripas para darle la vuelta al tiempo. Pero no. La regla de los días no tiene retroceso y lo sabes. Te resignas. De nuevo, como siempre, escapas. Te pintas la cara. Te vistes. Te pones la falda más corta. Te vuelves y sigues con pinta de yo-no-fui y esta soberbia conchudez que se pega a la piel cuando más ganas tenemos de regresar.


Cuánto silencio es necesario para escuchar tu propia voz. Esa suerte de melodía retorcida tiene mucho que decirte y no podrás escucharla si no paras de hablar.

5.8.10

bramido aburrido en el templo templado

—Deja de verte el ombligo, gritaron los pies,
pero las torres de marfil no tienen eco
y siguió contando astros, explosiones primarias y lunas

luna lunera cascabelera


Ahhhh… el bing bang boom, dijeron los pies.
No, no insista que la torre de marfil es sorda.

Esa tarde comimos pescado, ya sabe, con el Juicio
¿Girondo junto a Baudelaire en la misma pared?

Sagrado oficio este de empacar patos chanchos
en papel crepé, le digo.
Nooooo, no, no, no, gritó el abate.
Eso es tarea del monaguillo
Lo mío es grande:
criarlos
venderlos
llevarlos al mercado.
Clase básica de poesía económica de Sullo a Sullo:
cobrar caro por los patos chanchos
y un pago módico por el lunar de ella, la bella, la estrella
más brillante que la R136-a, largas sus piernas
con ocho lados pulidos.

Stop que es la hora de orar a Saint Thomas

Yo prefiero al buitre blanco
en su sala de gatos adoptados, dijeron los pies,
al eterno exiliado del templo sagrado

Y a usted, ni en la sala de los gatos,
ni en los zapatos.

Gorda es mi panza, digna de alabanza
y pierda la esperanza de su añoranza 

Entrar al templo no es necesario
si basta y sobra un suelo patrio
                                          matrio
                                             atrio
                                       batracio

dijeron en coro
dos pasos y un coronel

porque ya no hay santos
en el templo santo
santo mocarro cabeza de jarro

ORIGEN

redondos
se nos fueron
poniendo los sueños
los marcos de las puertas
las lluvias gordas de octubre
el techo sofocante de marzo
las bolsas de mango celeque
oliendo a piedras y a barro
rotando la mesa redonda
la almohada redonda
la vida tres veces
con su círculo
girándonos
adentro

14.4.10

Recuadro de Ciudad

La plaza Italia y sus histerias multitudinarias de las cinco de la tarde a la salida del metro, doblando la esquina de Vicuña Mackenna, finales de los dos mil y tantos, días de cierto hastío democrático, derechos a medias, privatizaciones con algo de estado o estatizaciones con algo de privado, protestas de trabajadores y estudiantes, noticieros atestados de notas rojas deplorables, alertas ambientales, placas restringidas los miércoles y los sábados, multitud de desconocidos pululando de aquí para aquí y de allá para allá; monótonas reflexiones sobre la relación inversamente proporcional en las ciudades: a más gente menos compañía, a más personas menos afecto, a más almas apuradas menos compartir, partículas chocando sin interactuar, sin verse a los ojos, apretujadas en una masa que se mueve con ritmo propio y sus respectivas fórmulas matemáticas: p1/multitud=soledad; p1+p2=algo de compañía; (p1+p2+p3+p4)10=ciudad irremediablemente solitaria, frívola e indiferente mira de reojo a los recién llegados; sin empleo, cero ingresos, sin referencias laborales, es decir, no existes, sin aval para arrendar casa así que vayan y vivan en carpas o casas de amigos y parientes, y cuando se acaben los ahorros busquen vida en otra parte que en villa impecable las hormigas tienen la colonia bien organizada, aunque estén en DICOM. Y le gritan bananera o chola a la que le reclama el salario a un estafador --carterista de corbata disfrazado de empresario-- que no le pagó tres meses de trabajo --¡primer trabajo! -- y cómo denunciarlo sin contrato permanente ni historia laboral y, a veces, ni documentos, olvídese, pierde la chola, la bananera, la negra; y vuelta al desempleo, mal si no tiene currículo --directo a los “Se busca Nana” del Mercurio-- pero re-mal si le sobra “cuidado que opaca al jefe”. No es el exilio digno de los perseguidos políticos de los 70 con sus dirigentes organizando cambios sociales, sus solidaridades de plaza, gestión clandestina para movimientos guerrilleros, ideales a mano llena. Adiós a los héroes. Este exilio es de desechados, los que no alcanzan en la ley de migraciones, residuos globales sin slogan, porque lo de viaje y conozca el mundo, cosmopolítese, tiene letra chica: recuerde, la frontera atiende de ocho a ocho siempre y cuando demuestre que trae plata para gastar en casa y tiene pasaje de regreso, si es pobre y busca-vida, vaya búsquela a otro lado; nada de peruanos, bolivianos, centroamericanos o caribeños vagando por la calle sin cuenta corriente, aval o pedigrí, nada de morenitos aindiados que hablan gangoso o cantadito, que bailan, ríen o abrazan sin motivo manifiesto; no, aquí se recibe bien a bien blancos --ojalá ojos azules-- con tarjeta, cuanta bancaria y registro comercial, con pinta de gente decente que habla bajito y no se queja. Punto y apártese. Sálvese-quien-pueda.

Y te salvas y encuentras ranuras en las piedras perfectas y tardes de ocio, libro en mano, bancas marmolinas bajo la luz amarilla de unos postes callejeros; una hamaca en el paraíso; una Kunstmann Torovallo en los bares de Baquedano; una vereda gris hasta el Mapocho para contemplar el hilo marrón atrapado en sus riberas de cemento --pensando en el Tahuamanu, el San Juan o el nacimiento del Amazonas, hermosos, fluyendo a salvo de la civilización--; y noches de vino, de Elis Regina, Joni Mitchell, Los Van Van o Peter Gabriel en la cornisa del Diablo; madrugadas entre garabatos mediocres adivinando notas en el silencio, junto a un alma tierna, desnuda, de un ser efímero y eterno como las estatuas de arena en las playas de Río a las que nunca iremos; conversas después de un recital en el Stop Café, en el Café Brazil; política y cahuines con Gregorio, lentes de por medio, a veces en las Naciones; boliches de Irrarázabal después de la Feria del Libro; recitales en La Chascona; Guillermo y María Mariposa mermelada de frambuesa, en Valparaíso; Daniel y la Carola para no olvidar que en el reino de los derechos no todo es tan derecho; y las interminables locuras de la Teresa para reírse, llorar o patearla… Todos con pasaporte y pasaje expreso a la certeza de que sí… que algo queda… algo sobrevivió en esta ciudad perfecta… que los cangrejos aún caminan para atrás sin pisar a las estrellas.

22.10.09

Ventana

Si una tarde me pesa la vida diminuta ¿Me dejas subir de nuevo los pies descalzos en la cornisa? ¿Ver atrás del cristal seres altivos en tamaño miniatura? Prometo no saltar si libras la esperanza, desnuda de sus rutinas, de estos días de vida menor constantemente repetida. (Imagenes, 2009)

Cuadrante

Una tarde se fue a mecer la vida
con su sonrisa de victoria sobre los mares
hablaba con la altivez de los que creen que existen
y que, en realidad, eso importa
presumía de los sueños y de habitar la luna solitaria
desde donde volvería sus pasos de niño
a repoblar los que le faltaran.
Por un instante, uno solo,
en algún cuadrante del matorral
me hizo pensar
que el amor
existe.

7.9.09

Cazador de ruiseñores

Cuanto más intenso es su deseo por retenerlo más rápido se aleja. Afirma la mano para que no escape. Tanto, que lo ahoga. Y en su angustia por revivirlo una intensidad que aplasta y destruye. Así muere pues el ruiseñor en las manos de un soñador desesperado por poseerlo.

25.8.09

A propósito del premio Neruda a Cardenal

La generación de Los Ernestos y la vuelta al mundo de la poesía nicaragüense

(Comentario de una nica en Santiago)

A propósito de la visita de Ernesto Cardenal a Santiago para recibir el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y la lectura que hizo de algunos de sus poemas –principalmente del Cántico Cósmico--, en el homenaje que le rindió la Sociedad de Escritores de Chile, discutíamos con algunos amigos poetas y escritores-as chilenos-as sobre Ernesto, su poesía, su posición política actual, su rol en la poesía nicaragüense, los gustos y des-gustos de cada uno por su poética y sus méritos para optar al Nobel.

Separándonos del plano nada discutible de los gustos ante la poesía de Ernesto (a quien siento cercano desde siempre por ser nicaragüense y por recuerdos de él que van hasta mi infancia), Cardenal tiene el mérito indiscutible de haber cumplido con su propósito de llevar la poética nicaragüense otra vez al mundo, silenciosa desde Darío, y me refiero al mundo en el sentido del público amplio, no al mundo de los escritores acuciosos ni de los expertos en literatura y poética latinoamericana, que sí la conocen.

Benedetti reproduce en su artículo “Poeta de dos Mundos”, en Letras del Continente Mestizo, de 1972, las palabras con que Cardenal ya en 1949 apelaba a una ruptura del silencio:
 “(…) el huir de la publicidad literaria ya se ha hecho casi una tradición en Nicaragua (…) y casi todos los mejores poemas nicaragüenses, dichos al oído de la patria, no han salido de nuestra intimidad todavía. Es éste un silencio necesario a las obras verdaderas; pero creo que ya ha dado sus frutos ese silencio, que es ya mayor de edad la poesía nicaragüense y ha llegado ya la hora de las publicaciones”.

Efectivamente, quedaron en la intimidad, después de Darío, tres grandes post-modernistas nicaragüenses, con voces poderosas como la de Alfonso Cortés (¿Tiempo, dónde estamos/ tu y yo, yo que vivo en ti y/ tú que no existes?), Pallais y Salomón de la Selva; los rupturistas de la Vanguardia como Cabrales, Coronel, Pasos y los dos Cuadra. Y en esa misma intimidad los post vanguardistas, excepto Cardenal, de la epigramática Generación del 40 o de Los Tres, y las siguientes generaciones de la poesía de Nicaragua con la excepción quizá también de Gioconda Belli.

La Generación de Los Tres es también la Generación de Los Ernestos: Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez y Carlos (Ernesto) Martínez Rivas. En ellos coinciden sólo el nombre, el haber compartido las aulas de clase en el colegio Centroamérica, de los jesuitas, y la rebeldía a las formas. Tres poemáticas diferentes, “cada uno distinto, pero todos inclinados hacia el abismo” dice Octavio Paz en Las Peras del Olmo (México. 1954). Por una parte, la “antipoética” --como la llama Erick Aguirre-- coloquial, simplista, cargada de jerga oral del padre Cardenal; por la otra, el tormento existencial de la soledumbre (Ezequiel D’Leon. 400 Elefantes. 2008) que inventa exorcismos (Paz. 1954) del profesor de la Universidad Autónoma de México, Mejía Sánchez; y finalmente el hermético y desbordado, intenso y profundo Martínez Rivas: “el más favorecido por la gracia poética: preparado como pocos en Nicaragua después de Darío para trasmitirla” (Jorge E. Arellano. Ocho Poetas Mayores de Nicaragua. 1984).

Pero Carlos, con toda su armadura poética, no trasciende los límites de la intimidad de los expertos y tras dos obras publicadas en el 43 y el 53, se queda escribiendo en las paredes de su casa --llenas hasta el más diminuto espacio con las citas de sus libros más apreciados--, mientras que Cardenal vuela al mundo con su palabra llana.


Varios factores conspiraron con el "poeta trapense de Solentiname" para que lograra su cometido de hablar en voz alta y sacar a la poesía de su silencio necesario. Las investiduras temáticas: la revolucionaria, la religiosa y la social, todas jugando en un contexto histórico político y de boom literario latinoamericano que contribuyeron a catapultar la poética de Cardenal, quien supo a su vez exportar --como ninguno, desde Darío-- la poesía de ese potente pequeño pueblo y llevar a Nicaragua, talvez no en la voz de su mejor poeta --como él mismo dice-- pero indiscutiblemente en la de su máximo expositor público, publicado, editado, traducido, reconocido y galardonado, después de Rubén.

“No soy el mejor poeta. Ni el segundo. Ni el tercero. Ni siquiera el mejor de mi generación en la que sólo éramos tres. El mejor de los tres, a mi juicio, es Carlos Martínez Rivas. América lo conocerá algún día”, dijo Cardenal en 1964.




Pero nadie podrá negarle el mérito a Ernesto de haber reabierto la puerta y haber colocado el tapete de Bienvenida para invitar al mundo a ingresar en la intimidad de alcoba de la poesía nicaragüense.

23.8.09

Sin sentidos

Somos bichos sin sentido
en espectro inabarcable
del residuo que se expande
mas allá de la nada

Aspirando entendimiento
en órbita menor
de estériles designios

Y el pobre humano
en su afán de ser superior
amo y señor
del brevísimo espacio que percibe.

La muerte

¿Miedo de mí? Si estás muerto ocho horas al día y el resto de ellas pretendiendo que lo estás.