14.4.10

Recuadro de Ciudad

La plaza Italia y sus histerias multitudinarias de las cinco de la tarde a la salida del metro, doblando la esquina de Vicuña Mackenna, finales de los dos mil y tantos, días de cierto hastío democrático, derechos a medias, privatizaciones con algo de estado o estatizaciones con algo de privado, protestas de trabajadores y estudiantes, noticieros atestados de notas rojas deplorables, alertas ambientales, placas restringidas los miércoles y los sábados, multitud de desconocidos pululando de aquí para aquí y de allá para allá; monótonas reflexiones sobre la relación inversamente proporcional en las ciudades: a más gente menos compañía, a más personas menos afecto, a más almas apuradas menos compartir, partículas chocando sin interactuar, sin verse a los ojos, apretujadas en una masa que se mueve con ritmo propio y sus respectivas fórmulas matemáticas: p1/multitud=soledad; p1+p2=algo de compañía; (p1+p2+p3+p4)10=ciudad irremediablemente solitaria, frívola e indiferente mira de reojo a los recién llegados; sin empleo, cero ingresos, sin referencias laborales, es decir, no existes, sin aval para arrendar casa así que vayan y vivan en carpas o casas de amigos y parientes, y cuando se acaben los ahorros busquen vida en otra parte que en villa impecable las hormigas tienen la colonia bien organizada, aunque estén en DICOM. Y le gritan bananera o chola a la que le reclama el salario a un estafador --carterista de corbata disfrazado de empresario-- que no le pagó tres meses de trabajo --¡primer trabajo! -- y cómo denunciarlo sin contrato permanente ni historia laboral y, a veces, ni documentos, olvídese, pierde la chola, la bananera, la negra; y vuelta al desempleo, mal si no tiene currículo --directo a los “Se busca Nana” del Mercurio-- pero re-mal si le sobra “cuidado que opaca al jefe”. No es el exilio digno de los perseguidos políticos de los 70 con sus dirigentes organizando cambios sociales, sus solidaridades de plaza, gestión clandestina para movimientos guerrilleros, ideales a mano llena. Adiós a los héroes. Este exilio es de desechados, los que no alcanzan en la ley de migraciones, residuos globales sin slogan, porque lo de viaje y conozca el mundo, cosmopolítese, tiene letra chica: recuerde, la frontera atiende de ocho a ocho siempre y cuando demuestre que trae plata para gastar en casa y tiene pasaje de regreso, si es pobre y busca-vida, vaya búsquela a otro lado; nada de peruanos, bolivianos, centroamericanos o caribeños vagando por la calle sin cuenta corriente, aval o pedigrí, nada de morenitos aindiados que hablan gangoso o cantadito, que bailan, ríen o abrazan sin motivo manifiesto; no, aquí se recibe bien a bien blancos --ojalá ojos azules-- con tarjeta, cuanta bancaria y registro comercial, con pinta de gente decente que habla bajito y no se queja. Punto y apártese. Sálvese-quien-pueda.

Y te salvas y encuentras ranuras en las piedras perfectas y tardes de ocio, libro en mano, bancas marmolinas bajo la luz amarilla de unos postes callejeros; una hamaca en el paraíso; una Kunstmann Torovallo en los bares de Baquedano; una vereda gris hasta el Mapocho para contemplar el hilo marrón atrapado en sus riberas de cemento --pensando en el Tahuamanu, el San Juan o el nacimiento del Amazonas, hermosos, fluyendo a salvo de la civilización--; y noches de vino, de Elis Regina, Joni Mitchell, Los Van Van o Peter Gabriel en la cornisa del Diablo; madrugadas entre garabatos mediocres adivinando notas en el silencio, junto a un alma tierna, desnuda, de un ser efímero y eterno como las estatuas de arena en las playas de Río a las que nunca iremos; conversas después de un recital en el Stop Café, en el Café Brazil; política y cahuines con Gregorio, lentes de por medio, a veces en las Naciones; boliches de Irrarázabal después de la Feria del Libro; recitales en La Chascona; Guillermo y María Mariposa mermelada de frambuesa, en Valparaíso; Daniel y la Carola para no olvidar que en el reino de los derechos no todo es tan derecho; y las interminables locuras de la Teresa para reírse, llorar o patearla… Todos con pasaporte y pasaje expreso a la certeza de que sí… que algo queda… algo sobrevivió en esta ciudad perfecta… que los cangrejos aún caminan para atrás sin pisar a las estrellas.